El escritor alicantino Gabriel Miró recibió, durante la mañana del domingo 5 de noviembre, un homenaje que tuvo lugar en la Glorieta a la que da nombre, con motivo de la reciente restauración de su busto, obra del escultor murciano José Seiguer Zanón, al igual que se le hizo en 1932, cuando se inauguró la plaza.
El acto fue presidido por el alcalde de Orihuela, Emilio Bascuñana, quien explicó que recordaron «con especial cariño» el homenaje de hace 85 años en ese mismo lugar, y manifestó que «Gabriel Miró fue una influencia destacable en la obra de nuestro poeta Miguel Hernández«.
También estuvieron presentes en el acto el concejal de Patrimonio Histórico, Rafael Almagro, así como el alcalde de La Unión, Pedro López, y el concejal de Cultura de Cartagena, David Martínez. En este sentido, el primer edil oriolano aseguró que «tenemos que seguir aprovechando los lazos de cultura con otras ciudades y municipios para poner en valor la cultura de Orihuela, ya que es una suerte contar con este legado patrimonial y cultural«.
Por su parte, Almagro destacó que la conmemoración del Año Hernandiano «nos da la oportunidad de recordar también a este escritor que da nombre a una glorieta que se ha convertido en un espacio por y para libertad«. Además, comentó que se trata de un busto en bronce fundido a la cera con pedestal de arenisca del oriolano Adolfo Pérez León en el que se puede leer ‘Oleza a Gabriel Miró 1932’.
Al acto también asistió el director de la Fundación Cultural Miguel Hernández, Aitor Larrabide, así como los cronistas de Orihuela y Cartagena, Antonio Luis Galiano y Francisco Franco, respectivamente.
Reubicación
Unos días antes, el busto de Gabriel Miró regresó a su ubicación actual en la Glorieta con la supervisión del concejal Almagro, tras su retirada en agosto para su restauración por la oriolana Maite Gilabert.
De esta manera, el edil manifestó, en relación a su situación, que «se ha aprovechado la ocasión para trasladarlo al lugar que ocupó en aquel momento (a la altura de la puerta de la parroquia de San Vicente Ferrer)».
Y es que el busto se encontraba, como recordó el arqueólogo municipal Emilio Diz, «en mal estado de conservación y tenía un acusado depósito calcáreo, corrosión y oxidación en la superficie«. También se ha aprovechado para realizar una limpieza del pedestal.
